Cuando visité el Templo de Deméter en Naxos hace cuatro años, no sabía qué significado tendría para mí su mitología.
Comúnmente conocida como la diosa de la cosecha y la agricultura, Deméter también presidía la ley sagrada: el ciclo de la vida y la muerte. Ella y su hija Perséfone fueron las figuras centrales de los Misterios de Eleusis, una tradición que se cree que es anterior al propio panteón olímpico.
Estos Misterios representaban el mito del rapto de Perséfone por Hades, el rey del inframundo, en un ciclo con tres fases: el descenso, la búsqueda y el ascenso, siendo el tema principal su ascenso y el reencuentro con su madre. Los ritos se mantenían en secreto, especialmente los Misterios Mayores, que tenían lugar entre lo que sería septiembre-octubre en nuestro calendario gregoriano. Estos incluían un baño ritual en el mar, tres días de ayuno y un rito central aún misterioso que muy posiblemente culminaba con beber una bebida psicodélica.
Según cuenta el mito, la angustia de Deméter por el secuestro de su hija detuvo la cosecha, y mientras ella la buscaba incesantemente, todos los seres vivos comenzaron a morir. Zeus, ante la extinción de la vida en la tierra, convenció a Hades para que la devolviera con la condición de que no hubiera comido nada en el inframundo (se dice que Zeus originalmente le había dado permiso a Hades para tomarla en matrimonio) y cuando se reunió con Deméter, el mundo estalló en flor. Pero Perséfone había comido unas cuantas semillas de granada en el inframundo, por lo que se acordó que debía volver a reinar con Hades durante unos meses cada año (uno por cada semilla), y el ciclo se repite.
Me han fascinado los arquetipos junguianos desde que leí Mujeres que corren con los lobos , y encuentro consuelo en esta mitología. Este ciclo es algo que siento que he estado atravesando, y así como debemos hacer este viaje individualmente, creo que también lo hacemos colectivamente.
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